¿Quién se resiste a un toronto? Nadie. Aunque a veces decidir entre un gustico y una necesidad es un evento cotidiano. Muchos nos hemos visto ante un mostrador analizando si realmente estamos en condición económica o no de complacernos el más simple de los antojos.
En esa selección de adquirir “esto sí” y “esto no”, una tarde en la que mi hijo Luis y yo fuimos por pan y queso a la panadería, quise comprar dos torontos pero el precio me impresionó, así que solo compré uno para él. Se lo di con un beso y una de mis expresiones favoritas: “Pa tí, mi chiquito”.
A la mañana siguiente, después de que lo despaché al liceo, yo organizaba un poco las cosas de la nevera y vi que en la puerta estaba la mitad del toronto cubierto con su papel original.
Lo que sigue es una breve anécdota entre esta mamá que tal vez sí pudo haber comprado dos bombones pero decidió dar un modesto ejemplo austero, y un hijo con un corazón gigante en generosidad que me confirmó que, efectivamente, esa mitad que encontré, impecablemente envuelta en el refrigerador, él la había guardado para mí.
Moraleja: compartir; aprender a crecer en la adversidad y comprender el verdadero valor de los pequeños detalles; esos que nos hacen mejores personas.
Productora teatral • Escritora • Locutora
Que ternura de historia.
Besos a los dos.
Abrazo! Gracias por tu ternura de comentario y por leernos. Cariños
Bellísimo!