Después de «Dios la bendiga», esta era la frase que escuchaba de boca de mi abuela, mis tías, mi madrina, mis doñas querendonas de Acarigua, al despedirme de ellas.
Nunca entendí su sentido hasta que crecí. De niña la tomaba como un alerta: «cuídese mucho» al cruzar la calle, de una gripe, de las escaleras no vaya a caerse, del chisme que asfixia, de los niños que «solo quieren meter mano». Tenía un ángel de la guarda que me cuidaba – según mami- ¿Qué tanto tenía que cuidarme yo?
Llegué a entenderlo en toda su dimensión al hacerme grande: «Cuídese mucho» se convirtió en tarea.
Cuidarse mucho es quererse y quererse implica estar pendientes de dónde y cómo están nuestras emociones; a quien se las dejamos en comodato; hasta qué punto sacrificamos nuestro Ser por un plan o por otra persona; qué comemos (fundamental); cómo vivimos, qué decimos y qué permitimos que nos digan, cómo dirigimos nuestros pensamientos a lugares armoniosos, qué trato damos al cuerpo que nos tocó en esta vida, qué tanto lo bendecimos y cómo le retribuimos que cargue con nosotros dentro de él.
Estamos vivos. Agradece y cuídate mucho. Rescata el milagro de amanecer, de despertar.
♦ Acepta tu cuerpo y ámalo
♦ Reconócete bella (y bello)
♦ Encuéntrate en la bondad que te habita
♦ Mírate al espejo, sonríe para tí
♦ Come bien, come sano, come bonito, come modesto pero consciente de lo que ingieres
♦ Bendice tu entorno
♦ Respeta a quien piensa distinto
♦ Habla bajito. Te aseguro que te escucharán más que si gritas
♦ Deja que la razón fluya. La razón pertenece a otros tanto como a tí
En medio del caos exterior cobra importancia cuidarnos mucho, hacer un espacio, una burbuja, un lugar para sentir que en nuestras manos está la esencia. Somos alquimistas emocionales capaces de transformar cualquier limitante en algo mejor. «Cuídense mucho».
Productora teatral • Escritora • Locutora
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