Por Katty Salerno
Curadas.-
Jorgita Rodríguez reanudó a mediados de este año su labor como productora teatral. Y lo hizo con humor, una buena manera de animar a la audiencia ante las difíciles circunstancias por las que ha atravesado la industria del espectáculo en vivo en el país como consecuencia de la situación económica nacional y la pandemia por la covid-19.
La temporada comenzó con Las chicas de la radio, comedia protagonizada por Tania Sarabia y Evlin Pérez. Luego vino El tren del corazón, comedia romántica protagonizada por Leo Aldana; escrita y dirigida por Darío Piñeres. La tercera es Reputación dudosa, comedia de humor negro escrita por Luis Fernández y dirigida por Sebastián Falco. Esta obra, que podemos ver en el Centro Cultural BOD a partir del 16 de noviembre, marca el regreso a los escenarios de la conocida actriz Maricarmen Regueiro.
Son más de treinta años los que lleva Jorgita Rodríguez dedicados a la producción teatral, actividad que ha ejercido unida a su vida personal y familiar y de la cual no piensa retirarse nunca. «Yo nací productora (…) Para mí, esto no es un trabajo. Es como un matrimonio, forma parte indisoluble de mi vida. No tengo otra manera de verlo. Estoy absolutamente enamorada de lo que hago. Ha sido una dinámica maravillosa porque, además, me ha permitido conocer cada espacio de este país», nos dijo en esta entrevista exclusiva con Curadas.com.
Que me llamen loca, monólogo escrito por Fausto Verdial para la primera actriz Tania Sarabia, marcó el inicio de Jorgita Rodríguez como productora de teatro comercial, en 1995. Pero su talento va más allá. Graduada en Comunicación Social y madre de cuatro, también ha destacado como escritora. En 2019 escribió el homenaje teatral Renny presente junto al actor Daniel Jiménez, su protagonista. El espectáculo fue galardonado con el Premio Monseñor Pellín que otorga la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) como obra de teatro del año en la categoría arte. Además, ha escrito relatos y poesía.
¿Tienes alguna cifra de cuántas obras has producido después de Que me llamen loca?
Una vez hice un estimado y llevaba, para ese momento, más de cien obras. Eso hay que multiplicarlo por todas las giras que he hecho con cada una de ellas. Hay obras que han sido montadas durante veinte y hasta veinticinco años. Han sido giras sobre giras. Yo quiero hacer ese ejercicio para conocer mejor mi potencialidad, que uno no mide hasta que empieza a sacar estas cuentas, cosa que uno nunca hace porque siempre está ocupado. En mi caso, ha sido hacer, hacer y hacer.
En este momento, en solo un trimestre, tengo en producción tres obras de teatro en estreno. Más nuevas presentaciones de Renny presente. Más Luis Fernández, que regresa a Venezuela y le estoy cuadrando sus funciones. Y Alba Roversi, que también me pidió que le abriera unas fechas en el país. Siempre estoy manejando varios proyectos a la vez. Me daría mucha nota sacar esa cuenta. Porque, además, da cuenta de que he hecho lo que vine a hacer a este mundo.
¿Qué te enamoró de la producción teatral?
Yo nací productora. Sin saberlo, he hecho producción desde chiquita. Yo producía los bautizos de mis muñecas. Organizaba las fiestas, les hacía el vestido, fijaba la fecha, hacía las invitaciones. ¡Y tenía seis años apenas! A esa edad ya estaba produciendo sin saber que eso que hacía era una producción.
Y en la escuela era igual. Yo pude haber actuado en cualquiera de las obras del colegio, pero a mí lo que me gustaba era llevar el cofre de mi mamá con los collares y las prendas, los vestidos que ella no se ponía, las sillas de mi casa… Mi mamá iba con el carro lleno de cosas hasta el techo porque Jorgita era la que llevaba todo para las obras del colegio. Eso lo hacía sin que nadie me lo pidiera, yo me ofrecía.
Yo soy de Acarigua (Portuguesa). A los dieciocho años me vine a Caracas a estudiar Comunicación Social y conseguí unas pasantías en Venezolana de Televisión (Canal 8). Ahí fue cuando supe que eso que yo hacía desde niña se llamaba producción. Empecé encargándome de la producción de los programas de la mañana, que eran superserios, de contenido político. Luego me casé, tuve a mi primer hijo y me retiré. Algún tiempo después, en 1993, María Cristina Losada, quien fue mi jefe cuando me pasaron al departamento dramático en el mismo canal, me llamó para que me uniera a un grupo de teatro que ella dirigía. Me dijo que no había problema con que me llevara a mi hijo al trabajo. Entonces acepté.
Desde ese momento no he dejado de combinar mi vida personal y familiar con la producción teatral. Para mí esto no es un trabajo, es como un matrimonio, forma parte indisoluble de mi vida. No tengo otra manera de verlo. Estoy absolutamente enamorada de lo que hago. Ha sido una dinámica maravillosa porque, además, me ha permitido conocer cada espacio de este país. ¿Enamorada de la producción? Siempre, hasta el último de mis días. No me veo «jubilándome» de esto como si fuera un trabajo de oficina. La producción es como una vida paralela a la que no puedo renunciar. En estos días, justamente, reflexionaba sobre esto para un libro que estoy escribiendo
¿Qué edad tiene tu hijo ahora?
¡Jorge ya tiene treinta y dos años, imagínate! Es músico e ingeniero de sonido y vive en Santiago de Chile. Él es el mayor. También están Luis y dos sobrinas a las que considero mis hijas de crianza, porque heredé esa fortaleza matriarcal de mi familia. Luis tiene veintiún años y vive en Madrid. Está haciendo lo que muchísimos jóvenes venezolanos: aprendiendo a vivir la vida de manera independiente, asumiendo sus gastos. Trabaja como mesero y estudia diseño gráfico.
La mayor de mis hijas, Frineth, tiene ya casi cuarenta años. Ha sido mi compañerita desde que yo tenía quince. Siempre pasaba conmigo las vacaciones del colegio y cuando empecé a trabajar en esas pasantías en el Canal 8 de las que te hablé, comencé a comprarle los útiles y los uniformes escolares y a velar por su educación. Cuando se graduó, tanto su mamá como yo estuvimos en su acto. La otra es Franyi, a la que también considero una hija pues ha pasado mucho tiempo conmigo acá en casa. Ya se graduó en la UCAB y ahora está en España. Es esa herencia de la que no te puedes deslastrar, que es ir adoptando hijos en el camino, lo mismo que hicieron mi mamá y mi abuela.
Háblame de esa herencia matriarcal que recibiste.
Como muchos en este país, yo vengo de un matriarcado. Mi bisabuela, una mujer sufrida, abandonada por el hombre. Mi abuela, que enviudó y luego la dejó el marido. Luego mi madre y sus hermanas. Mi mamá también es viuda. No conocí a mi padre biológico porque murió antes de yo nacer. Pero después ella encontró un hombre maravilloso que fue el padre que me crio, con el que estuvo hasta hace un año, es decir, toda su vida.
En mi familia casi todas esas mujeres criaron hijos de otras mujeres que se convirtieron en hijos propios. Mi mamá, por ejemplo, crio a dos sobrinas a quienes su padre abandonó, y a las que yo considero mis hermanas. Pero en todas estas historias hay un punto de conexión que es el amor desbordado por los hijos, por los nietos. Eso es lo que a mí me gusta, conectarme con esa parte bonita de su esencia femenina que no se perdió a pesar de que la vida las ha batuqueado; esa esencia femenina de rescatar al hijo, de rescatar el amor y mantener la familia unida.
A mí me gusta ver poesía hasta en los actos aparentemente más tristes. La muerte de mi papá biológico en un accidente generó en mí una gama infinita de posibilidades poéticas. Primero, porque quedó de él la imagen de ángel maravilloso que todos adoraron; porque fue un hombre bueno, noble, generoso. Mi mamá me cuenta que él tenía una jaula inmensa en el patio de la casa a la que invitaba a todas las aves que te puedas imaginar. Y las aves venían y se quedaban en la jaula a pesar de que la puerta estaba permanentemente abierta.
Cuando mi mamá conoció al hombre que me crio, ella abrió definitivamente la puerta de la jaula para que las aves se fueran. Esa imagen representa la partida definitiva de mi papá biológico para darle espacio a un nuevo amor en su vida.
Mi padre de crianza era uno de los dos choferes de autobús que había en Acarigua en ese momento. Ella lo conoció de luto cerrado con una niña de ocho meses en brazos. ¿Qué sucedió en ese encuentro? Pues algo hermoso que yo relaté y que titulé El chofer del autobús, en el que cuento cómo se enamoraron. Todas esas historias tristes de las mujeres de mi familia me han dado a mí una posibilidad de escribir. Esas historias que parecieran ser infinitamente tristes, las puedes convertir en algo infinitamente poético. Es lo que yo he hecho al recogerlas en poemas y relatos. Lo feo también puede tener un trasfondo hermoso.
¿Te sientes llanera?
A pesar de que me vine muy joven a Caracas, mi corazón es llanero. La música que canto es la venezolana, me gusta muchísimo; escribo canciones venezolanas, amo hablar de Venezuela y su llano. Eso me mueve mucho, son mis raíces. Me encanta tomar guarapo. En Acarigua está mi casa materna, allí sigue mi mamá y gente a la que quiero mucho. Allí hay árboles que fueron sembrados por mi papá hace cuarenta y cinco años, cuando construyeron la casa. Hay un caimito que tenía tres hojitas cuando él lo sembró y hoy es un árbol que abraza y tapa la casa entera. Eso a mí me da también mucha inspiración. Por eso me gusta mucho ir a mi casa en Acarigua.
¿Y qué te une a Italia?
Mi marido, Sebastián Falco. Él es venezolano, pero tiene raíces italianas y hace unos años se fue a vivir con sus padres a Italia. Nos conocimos cuando él ya estaba allá y desde entonces llevamos cuatro años así, yo voy para allá o él viene para acá. Ahorita él está aquí porque está dirigiendo Reputación dudosa. La próxima me toca a mí ir para allá. Cuando se presentó la pandemia me fui a pasar Navidad con ellos y fui extendiendo mi estadía allá, ya que los teatros estaban cerrados, y terminé quedándome año y medio. Regresé hace poco, cuando reabrieron los teatros aquí.
Estando en Italia hice un curso de italiano y como ejercicio me puse a traducir algunos de mis poemas. Así terminé publicando un poemario titulado Somos versos: 33 poesías al amor. Aunque inicialmente lo puse a la venta en Amazon, ahorita está congelado porque decidí participar en concursos de poesía que exigen, entre sus requisitos, que los poemas sean inéditos. Esta es, en resumen, la historia de lo que me une a Italia. Me une Sebastián, me unen los suegros y me une la poesía.
¿Qué puedes adelantarnos de tu próximo libro?
Es un libro sobre producción. Creo que llegó el momento de compartir experiencias en este campo. He dictado dos talleres con los que me ha ido muy bien, del que han salido ya unos cuantos productores, y me dije por qué no hacer un libro que a su vez vaya de la mano con eso que te comentaba al principio: que tu trabajo sea tu puente para conectar con cualquier rincón de tu país. En mi caso ha sido así. Mi trabajo ha sido el puente para llegar a rincones que nunca habría podido conocer de otra forma. Por eso el título de mi libro es Yo produzco un país.
¿Sigues apostando a la producción teatral a pesar de la difícil situación del país?
Así es. Ha sido sumamente difícil; y aun así se mantiene el espíritu de la gente que hace teatro. Sin alianzas no se podría lograr. Para estas últimas producciones he tenido que tocar centenares de puertas. No te puedo contar la cantidad de puertas que he tocado, la cantidad de propuestas que he presentado, porque no puedes depender solamente de la taquilla.
Hubo una merma tremenda en la taquilla a raíz de la pandemia, lo que se sumó a las circunstancias económicas y al problema de la gasolina. Si necesitas la gasolina para ir al supermercado y llevar a los niños al colegio, ir a una sala de teatro te genera un gasto adicional de combustible, eso yo lo entiendo.
El sector del entretenimiento en vivo ha sido muy golpeado. Te permitían viajar en un avión once o doce horas, con una mascarilla, con una persona muy cerca a tu lado; pero no podías ir a una sala de teatro por una hora, porque eso era riesgoso. Eso fue un hachazo en la dinámica que habíamos alcanzado. Costó muchísimo que volvieran a abrir las salas de teatro.
Ahora estamos en un proceso de reconquista de nuestra audiencia para que regrese al teatro y disfrute de lo que muchos estamos haciendo. Para ello, hay que establecer alianzas con empresas e industrias para que se animen a anunciarse con nosotros.
Es un trabajo de hormiguita, pero no me quejo. ¡Me fascina hacerlo! Espero montar una obra escrita por mí el próximo año que tiene que ver mucho con la audiencia femenina. Espero mover estos proyectos por toda Venezuela, volver a esa dinámica que teníamos en que montábamos un proyecto en Caracas y ya de inmediato te pedían llevarlo al interior del país. Este universo teatral vale la pena, es mucho lo que se puede ofrecer y mostrar. ¡Aquí sobra talento, hay mucha gente valiosísima!
Leer entrevista original: Jorgita Rodríguez: «Yo nací productora»
0 Comments