Si algo tiene que llevar a cuestas una mujer venezolana hasta el último de sus días es el estigma de que es bella solo por ser venezolana. Algunas se lo toman muy en serio y hablan como si portaran sobre sus hombros todos los títulos de belleza del mundo. Otras se debaten entre encajar entre el populo y ser ellas mismas, un tercer grupo entre las que me cuento, es que no encajamos, no queremos encajar y nos sabemos bellas, sin dramas ni violines.
Si fuera opcional eso de ser “bella” no habría mayor problema, pero no es eso, es más allá. En Venezuela es una obligación mucho más grande que inclusive saberse el himno nacional o las capitales de los estados y sus dependencias. Se antepone algo tan efímero y relativo como la apariencia al cerebro, la calidad humana, la preparación académica. Y por favor, que no se tome como reclamo de y cito “gorda resentida, lesbiana y mal cogida” (peores cosas me han dicho) lo chistoso es que de esa triada solo cumplo con lo de gorda. Pero a lo que iba, no es resentimiento, sino una gran preocupación. Porque de esa obligación cultural de ser bella se desprenden y relaciones otras miles de cosas, de eso depende todo tu éxito aquí: tu vida social, amorosa, laboral y el largo etc. de facetas que tiene la vida de una mujer. En Venezuela si no eres bella, el camino a recorrer es empedrado, por decirlo de una forma generosa y elegante.
Más allá de verse como un mero objetivo a ser, como un sinónimo de excelencia en la vida, en Venezuela ser reconocida como bella es un objetivo en la vida. Es por ello que no importando el campo, el momento, el área, nunca falta alguien que esboce un “¡Que bella! aquí está la próxima Miss Venezuela, la próxima Miss Universo”.
Mientras tristemente se celebra con pasión furibunda y desmedida, a veces rayando en unas formas poco elegantes y amables, que tenemos no sé cuántas coronas, como si esto fuera realmente el logro que una nación necesita para ser de primera. Al unísono, lideramos cifras en analfabetismo, embarazos precoces, impunidad y en franco retroceso cuando hablamos de violencia doméstica y de género.
Entonces me pregunto ¿Cuál es el orgullo y la celebración aquí?
Desde niñas somos expuestas a esta cultura obsesionada con la vanidad, tal y como Fox News calificara alguna vez mi historia de éxito, con una belleza entrecomillada, porque solo expone ciertas características, ciertas condiciones, ciertas visiones o mentalidades. Pero lo más grave de todo esto, es que mamás, sin importar que exponen a sus hijas a la explotación sexual, a pedófilos y un submundo aterrador como pocos, siguen adelante, a todo costo, con tal de alcanzar el aplauso social, el reconocimiento de la belleza de su pequeña. De ahí nacen concursos de belleza desde el pre-escolar y una maquinaria que está lejos de extinguirse, donde todo tipo de alimañas hacen vida, y no es que me lo han contado
¡Los he visto con mis ojos! Donde muchas veces el precio a pagar es la vida de esas criaturas que dicen amar…
Esta no es solo una cultura que está acabando a pasos agigantados con la autoestima de la mujer venezolana, sino con la del hombre también. Una mentira cuando es repetida mil veces termina convirtiéndose en una verdad, y esta vez no fue la excepción. Le repitieron a los hombres, por mil maneras, no necesariamente verbales, que este era el tipo de belleza que era socialmente aceptada, la que les aplaudirían en casa, la que los consagraría entre sus grupos sociales.
Y al final se convirtió en la gran verdad. Si no que lo diga mi gran y querido amigo de la universidad Antonio, al que su mamá en viva voz al presentarle a su guapa novia, con dos doctorados, con cara de asco le dijera: “Todo muy bien ¿Pero no te podías conseguir alguien que no fuera gorda?”. Para mi total descrédito, esta historia, tiene eco en muchas otras personas que podrían contar un episodio similar.
Y quiero dejar muy tajante algo, porque hemos llegado al necio punto de tener que detallar con peras y manzanas y dando explicaciones de todo, politizando cada punto. Lo que plasmo en mis letras, no tiene que ver con ideología alguna, muchísimo menos con proyectos políticos con los que estoy y estaré en franco desacuerdo y oposición. Porque parece que para explicar el tema de la belleza, tienes que ser feminista, de izquierdas y el largo etc. consabido. ¡Yo no lo soy! Todo lo que he compartido a lo largo de mis 28 años de carrera son mis vivencias y experiencias, nadie me las puede venir a contar. Esto es lo que se vive en Venezuela si eres mujer; sépase, refrendase y asúmase.
Si alguien decide ser parte de esta comparsa de los certámenes de “belleza”, es importantísimo que esté acompañada de especialistas de la salud mental, porque estará sometida a una experiencia del más allá, y no lo digo por lo sanadora y positiva precisamente, que la acompañará toda su vida.
Sin mencionar los escándalos de los años recientes del certamen -temas más profundos que no tocaré en esta oportunidad- sí que debo decir, que prohibir estos eventos como ya están proponiendo en otros países me parece terrible y nefasto. Prohibir esto, solo hará que se exacerbe esta cultura de belleza única, cultura que está hasta los tuétanos desde mi generación en adelante.Es una empresa privada que nos guste o no tiene derecho a existir, creo en el libre mercado y esto no va a cambiar en esta vida. Nos guste o no, hay que respetarlo. Las chicas tienen derecho a ser parte, pero si, cuando decidan ser parte, que sepan realmente bien a donde se están metiendo.
Por lo pronto, con esto poco se puede hacer, más allá de cómo padres, crearle una sólida y sana autoestima a nuestras niñas, enseñándoles no solo su valía, sino lo necesario e importante de que entiendan que como ciudadanas, como parte de un país, sus objetivos de vida formarán parte de la vida, solidez y progreso de su nación, que su belleza es efímera, y que si bien es bonita según un grupo de personas que no tienen cualidad ni derecho a juzgarlas, eso no debe condicionar la forma de verse a sí mismas. Solo basta con dar un vistazo al país y ver si tanta “belleza” y corona nos puede aportar en el momento tan exasperante y crítico en que nos encontramos.
Como leí hace algún tiempo, no es malo ser bella, sino la obligación de serlo, pero me voy más allá, terrible sin dudas, es que además de que sea una obligación le confieras a terceros el poder de decidirlo por ti.
¡Hasta la próxima!
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