En este empeño mío de buscar la belleza en todo y en todos, intentaba buscar el tópico más atinado dentro del abanico que abarca la belleza y mis nostalgias más alborotadas que nunca me recordaron que el comercial y ruidoso 14 de febrero venía acercándose sin el menos empacho en frenar el furor con el que se apodera de todos, con o sin pandemia, y así será, no me queda duda…
Y se preguntarán muchos ¿Qué tiene que ver la belleza con el amor? Tiene que ver y mucho, porque quienes han pasado por los encantadores y maravillosos desvaríos luego del flechazo inevitable del travieso cupido, todo se ve, se siente y se percibe diferente. El efecto de tener una ilusión por alguien, y no digamos el estar enamorados, son imposibles de emular por sustancia alguna. La necesidad de verte bien, la ilusión de una llamada, un mensaje, un beso, de la proximidad de los cuerpos es una sensación que por lejos es la más maravillosa, placentera y adictiva de todas.
Cuando la gente corteja, ama –o está en camino a ello- se nota, y cuando no también. No solo se activan las feromonas y se revolucionan las hormonas al punto máximo, sino que la actitud es absoluta y ridículamente diferente.
Pero también está la belleza en el amar, y no me refiero solamente en el acto carnal, que dice tanto y todo de nosotros, sino en las huellas que dejamos en la gente que roza nuestra alma o que llega a penetrarla.
Me senté de forma juiciosa a hacer un repaso mental de mi historia amorosa y quedé con un sabor de boca imposible de describir.
Cuando hablo de la belleza del amor, también me refiero a la huella que dejamos en otros cuando tenemos relaciones con otros, intentamos relacionarnos como pareja o simplemente nos cruzamos en nuestros caminos.
Nadie tiene el control de cómo se van a desarrollar las cosas entre dos. Son muchos factores los que están en juego; historias pasadas, miedos, traumas familiares, enfermedades, problemas de autoestima (muy importante), situación país, la lista da para mucho. Sin embargo el cómo nos comportamos a pesar de esas situaciones sí es de nuestro control, sí está en nosotros dominarlas, sobrepasarlas y vencerlas. El cómo nos comportamos con esa otra persona que tentativamente está por entrar en nuestras vidas depende absoluta y totalmente de nosotros.
Soy de las personas que en lo que me siento y se irrespetada, cuando son situaciones que no deben tolerarse, me levanto de la mesa y me retiro como suelo decir, en elegante silencio, hay cosas que no necesitan explicarse, cosas que se saben mal hechas y el mero hecho de quitar de nuestro tiempo minutos y energía para explicar lo obvio es hasta irrespetuoso con nosotros mismos. Por no mencionar lo horrendo y de mal gusto de los shows. Esos, están al lado de la palabra –nunca- en mi diccionario.
Vivimos en una época donde la tecnología ha destapado y alimentado las oscuridades, debilidades y perversidades del ser humano. Situaciones terribles como el catfish, ghosting, orbiting entre otras son ahora parte de la normalidad de los impresentables que carecen de los elementales modales, educación, consideración y valores al relacionarse con otra persona. No te tiene que gustar alguien, no tienes que amar a esa persona, es válido tener miedos, querer alejarse, pero la patanería y maldad de dejar a alguien en la nada, sin respuestas, haciéndose mil preguntas y con la culpa de que tuvo algo que ver con tu partida y ausencia, el presentarte como alguien que no eres física o emocionalmente, entre las muchas otras cosas que pueden pasar, es algo injustificable, que habla muy bien de la belleza al amar que no tienes…
Lo mismo cuando terminas una relación en malos términos, es una situación en la que tenemos el control total y es decisión de nosotros y solo de nosotros el cómo actuar. Donde no eres amado y respetado ¿Para qué quedarte? ¿Para qué insistir?, donde no puedes amar, donde no sabes respetar ¿Para qué querer entrar obligado en una ropa emocional que no es de tu talla?
La huella que dejamos en la gente se queda para siempre, y me quedó como una de las grandes enseñanzas en mi episodio de violencia de género. El arropo, amor y protección que tuve de tantos no fue gratuito, no fue buscado, fue la consecuencia de mi comportamiento con todas y cada una de las personas que me han conocido. Fue una realidad que me envolvió en una clase de amor que nunca había experimentado, que agradezco y honro. Pero de cada uno de nosotros depende lo que recibamos; si la realidad nos arropa o abofetea.
En estas épocas de desapariciones digitales, el fallecer de la caballerosidad, comportamientos nefastos, falta de compromiso, facilidad para burlar el honor de una promesa de amor y el respeto por los demás ido de paseo a destino desconocido, mi corazón sigue altanero, yendo a contracorriente como siempre, creyendo en imposibles, creyendo en la belleza de la gente y sus corazones; porque el día que deje de creer en la gente ese día dejaré de sentirme viva.
Mi melena rebelde, sigue cruzando cielos y mares, a veces solo miradas y almas, hasta encontrar el destino que abrace la mía.
Y tu… ¿Tienes claro lo que es la belleza de amar?
¡Hasta la próxima!
Me encantó la belleza del amor, cuanta falta nos hace verlo también desde dentro, aún dejamos de hacerlo siempre esperándolo del resto y no de uno mismo.
Delicioso artículo.
Gracias por tu hermoso comentario, Angie
Espectacular artículo, como siempre!
Gracias María Gabriela. Jennifer es espectacular así como todo lo que escribe. Un abrazo